Más allá del sol, la arena y los festivales internacionales como el FIB o el Rototom, Benicàssim esconde rincones llenos de historia, arquitectura y naturaleza. Con siete kilómetros de costa virgen, este destino de la Costa Azahar enamora por su diversidad y estilo único.
Las Villas de Benicàssim: historia junto al mar
Pasear por el Paseo Marítimo de las Villas es viajar al pasado. Aquí, majestuosas mansiones de principios del siglo XX conviven con el Mediterráneo, evocando la época dorada en la que a Benicàssim se la conocía como el “Biarritz Valenciano”.
Estas viviendas, de estilos arquitectónicos tan diversos como el francés, colonial o vasco, reflejan la libertad creativa de sus antiguos propietarios. Algunas, como Villa Amparo, son verdaderos iconos históricos: fue hospital durante la Guerra Civil y hospedó a Hemingway. Hoy, el Voramar, un hotel-restaurante con vistas privilegiadas, sigue siendo el corazón social de esta zona con encanto.
Torre de San Vicente y urbanismo moderno
Junto al paseo se encuentra la Torre de San Vicente, una construcción defensiva del siglo XVI. A su alrededor, destaca un urbanismo sorprendente, con diseño sostenible, dunas artificiales de madera y propuestas paisajísticas que apuestan por la integración con el entorno.
Algunas de ellas respiran historia, como es el caso de Villa Amparo, que funcionó como hospital en la Guerra Civil y que acogió a visitantes ilustres como Hemingway. Hoy por hoy lo más disfrutable de las Villas es acercarse hasta el Voramar, un hotel restaurante construido en los años 30 con el fin de albergar los saraos que se les iban de las manos (por espacio, no por precio) a los magnates. Hoy es el único edificio situado en plena playa, con las consecuentes ventajas ligadas a la buena vida.
Lo más recomendable es que en este restaurante acabe una ruta que debe de nacer en la Torre de San Vicente, un torreón defensivo del siglo XVI en cuyas inmediaciones se ha apostado por un urbanismo diferente, moderno y sorprendente con dunas de madera, luces de colores y pequeñas construcciones caóticas.
Desierto de Las Palmas: naturaleza y espiritualidad
El Parque Natural del Desierto de las Palmas es otro de los tesoros de Benicàssim. Aunque su nombre puede llevar a error, este espacio está cubierto de pinares y senderos naturales. Su cima, el Bartolo, ofrece vistas impresionantes, y en sus laderas descansan ermitas, castillos medievales y los restos del primer monasterio carmelita.
El actual monasterio del Desierto sigue activo, con un museo de arte sacro y la posibilidad de alojarse en ermitas, para quienes buscan una experiencia distinta, en pleno contacto con la naturaleza.
A nivel natural, el parque ofrece vistas espectaculares desde su punto más alto, el Bartolo; rutas entre pinos y formaciones caprichosas como las agujas de Santa Águeda. Pero quizás lo que más llame la atención sea la presencia humana, con el siempre romántico puntillo que le dan las ruinas repartidas entre los pequeños valles. Ahí descansan el esqueleto del primer monasterio, de piedra rojiza y grandes proporciones o los restos de algunos castillos de la Reconquista como el de Montornés o el de Miravet.
Vía Verde: de Benicàssim a Oropesa
La Vía Verde del Mar es una de las rutas más valoradas por senderistas y cicloturistas. Antiguamente usada por el tren, hoy ofrece 5,5 km de recorrido entre Benicàssim y Oropesa del Mar, bordeando acantilados, calas y torres vigía. Ideal para todas las edades, sin desniveles exigentes.
El casco urbano, una sorpresa por descubrir
Aunque el foco turístico está en la costa, el centro histórico de Benicàssim también tiene mucho que ofrecer:
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