La historia de Càlig se remonta a 1234, cuando Hugo de Fullalquer, maestro de la Orden del Hospital, concedió la carta puebla a Pere de Balaguer y Bernat de Puig para poblar los territorios de Càlig y Alí. Sin embargo, vestigios como los antiguos poblados íberos de la Tossa, la Picossa o el monte de la Nau demuestran que estas tierras ya estaban habitadas mucho antes.
Hoy, en pleno siglo XXI, Càlig vive una transformación constante: los campos de secano han dado paso a naranjales, nuevas familias de diferentes países enriquecen su vida social y cultural, y el crecimiento del núcleo urbano refleja una localidad que avanza sin perder su alma.
Más allá de su historia, Càlig atesora un impresionante patrimonio natural. El Área de Oliveras Milenarias reúne más de 50 ejemplares que superan los seis metros de perímetro, especialmente alrededor de la Ermita del Socors. Árboles como el olmo centenario o robustos algarrobos son testigos silenciosos del paso del tiempo.
Entre montañas como la Tossa o parajes como las rocas d’en Xiller, encontramos joyas escondidas como la Sima de Epifanio o el barranco de Aiguaoliva, espacios que siguen latiendo en el corazón de los calijenses.
Pasear por Càlig es viajar en el tiempo. Su Torre del siglo XIII, declarada Bien de Interés Cultural, nos recuerda el valor estratégico de este enclave. Junto a ella, construcciones tradicionales de piedra en seco y oliveras centenarias nos conectan con la esencia de un pueblo que sabe cuidar su legado.
La Iglesia Parroquial de San Lorenzo, levantada sobre el antiguo templo medieval, refleja el esplendor del Renacimiento en la comarca, combinando con elegancia pilastras clásicas y bóvedas góticas de crucería.
Las tradiciones son el alma de Càlig. Eventos como la Feria de San Vicente y Dulces Tradicionales, la noche de San Juan o las Fiestas Patronales en honor a San Lorenzo convierten cada rincón en una celebración de nuestra identidad.
Especial mención merece la Entrà de bous a l'estil calijó, declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial en 2011, un reflejo único de nuestras raíces más profundas.
La gastronomía de Càlig es una fiesta para los sentidos. Desde los dulces tradicionales como las farinosas, los pastissets de boniato o las cocas de San Antonio, hasta los platos de cuchara como la olla de cardos o el suquet de caracoles, cada receta cuenta una historia ligada al campo y a la vida de nuestros antepasados.
Aunque hoy los viñedos han desaparecido, la memoria de los vinos del Maestrazgo y los licores caseros de frutas sigue viva en cada celebración, recordándonos un legado que sigue inspirando la cocina mediterránea de Càlig.
Càlig es mucho más que historia, naturaleza o gastronomía: es una forma de vivir el presente con orgullo de nuestro pasado.
Te invitamos a perderte entre nuestras calles, a descubrir nuestros tesoros escondidos y a sentir, como uno más, el latido de un pueblo que mira al futuro sin olvidar sus raíces.